Resumen
La
sentencia puede ser un acto de amor. Debe, no obstante, contener la noción de
alteridad y
estructurarse con base en la narración. Justicia sin amor es poco humana
y solamente
instrumental, una vez que se distancia de la solidaridad y se funda en el
egoísmo. La
poesía puede contribuir para que se entienda el lado humano de la Justicia.
Introito
La
sentencia puede ser un acto de amor, pero antes que todo debe también acoger la
noción de alteridad y estructurarse en base a la narración. La vida de un
hombre sin amor es la subsistencia de un alma sin historia, la versificación de
un poema sin metáforas,la argumentación de un proceso sin personajes. La
justicia sin amor tiene poco de humana y es fríamente instrumental, porque
rechaza la solidaridad y se afianza en el mero egoísmo. Aquí un conjunto de
poemas desde la justicia, que devotamente se entregan al estilo de un aplicado
cronopio.
La
Justicia de la alteridad
Muchos
consideraban a Jean-Baptiste Grenouille como un monstruo, porque carecía de
todo tipo de aroma y no albergaba en su corazón ninguna clase de sentimiento,
por lo que su único objetivo en la vida consistirá en fabricarse un perfume que
lo dote de aquél atributo humano del cual estaba desprovisto. Esta es la trama
de la novela El Perfume, del escritor Patrick Süskind (1993, p. 223),
que nos permite indagar sobre aquello que nos convierte en seres humanos y nos
hace reconocibles entre nuestros semejantes. ¿Acaso la metáfora de un hombre
sin aroma puede revelarnos la necesidad de una justicia de la diferencia? Lo
cierto es que la pretensión de Grenouille esconde la exigencia de mayor
humanidad en un mundo completamente deshumanizado, la urgencia de amor en un sistema
plagado de injusticias, y la reconfiguración de las sentencias a partir del
reconocimiento de la vida. Para Ricoeur (1997, p. 14) la virtud de la justicia
se establece a partir de una distancia con el otro, tan originaria como la
relación de proximidad ofrecida en su rostro y en su voz, acaso también en su
aroma; por lo que el lugar filosófico de lo justo se encuentra en el
deseo de una vida lograda con y para los otros en medio de instituciones
justas. De esta forma, según este filósofo, es necesario entablar una dimensión
dialógica entre el sí mismo y el otro a través de la institución encarnada en
el personaje del juez, y cuyo propósito no es instaurar lo bueno ni lo legal,
sino lo equitativo en situaciones de conflicto (Ricoeur, 1997, p. 26). Así la
justicia viene ligada al deseo integral de vivir bien con respeto a los
derechos de los demás y considerando al otro como un ser humano igual a uno
mismo y susceptible de ser juzgado por la justicia no con los ojos vendados,
sino plenamente conciente de que se trata de una persona que merece ser tratada
con dignidad y respeto a sus derechos. El ingreso a la alteridad permite
reconstruir el tejido roto de la justicia con la sociedad, de las instituciones
con el hombre común, de los sentimientos del juez en relación con las partes,
para develar el trasfondo profundamente autoritario a que responde la justicia
sin rostro de los tribunales contemporáneos. En estas circunstancias no es
entonces casual encontrar criminales sin olor, víctimas sin voz, litigantes sin
alma, todos ellos exigiendo unánimemente un poco de sensibilidad y quizás algo
de comprensión a sus dramas personales. La metáfora de un hombre sin olor es en
gran medida menos dramática a la de un juez sin corazón.
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